31 de enero de 2010

31 de enero de 2010

lunes, 19 de septiembre de 2011

Santiago y el día extraordinario.

Tal vez no lo sabía, pero algo extraordinario iba a pasarme ese día.
En efecto no lo sabía, me levanté desganado, cansado y desvelado, a vivir otro día, a tratar de hacer todo lo que tengo que hacer, ya que, me dije.
No sabía lo que me iba a pasar después, si que no lo sabia.
Fui caminando lentamente, visualizando el panorama mientras fumaba un cigarrillo y decidí no entrar a clases, no sé que me hizo pensar esa decisión, pero casi sin pensarla, lo hice, me di la media vuelta y me dirigí a otro lugar.
Paré en un mini super a comprar algo de beber y a comprar otra cajetilla de cigarros, en ese tiempo me gustaba mucho fumar, me sentía intelectual, me sentía mayor, me sentía diferente.
Pagué y le sonreí a la cajera, no muy guapa, pero aún así, el simple hecho de no estar haciendo lo que debería me provocaba emoción.
Decidí dirigirme hacia el parque con propósito de hacer nada, tal vez comprarme un helado, pero en realidad no tenía nada en mente, era un día común y corriente, excepto porque no estaba haciendo lo que debería y lo que todos piensan que debemos hacer.
Empecé un argumento conmigo mismo, cual es el punto de estar aquí? Cual es el punto de ser, de no estar en clases? Y todavía, cual es el punto de hacer lo que otros me digan que debo hacer...con que fin?
Pasaron unas dos horas en lo que hablaba conmigo mismo cuando me di cuenta que estaba aburrido y que esto no era tan divertido como pensé que iba a ser, me encontraba solo y aunque me gustaba estarlo, no estaba acostumbrado a estar tan solo tanto tiempo, siempre estoy rodeado de gente, si no son mis hermanas, es mi madre y mis tías, si no son mis tías, es mi padre y sus sermones y reproches, si no es mi padre, son mis compañeros y si no son mis compañeros es Sofia...Ah, Sofia, mi querida Sofia, como te quiero Sofia...pero esa es otra historia, me estoy adelantando.
Caminé inconsciente a la primera atracción que se me apareciera en el camino y vaya que no hay mucho que hacer en esta ciudad, tarde mucho para encontrar un lugar que tal vez me proporcionaría algo que hacer, en esta gran ciudad no hay mucho que hacer, pase por oficinas, parques, restaurantes vacíos, tristes y solos, peluquerías, más oficinas, edificios, uno que otro museo y sin darme cuenta llegué al centro de la Ciudad de México, ese que en la tele se ve enorme y cuando estás ahí, la verdad, no es la gran cosa, me aventuré al metro pero antes me compré una cámara desechable, digo, mínimo para sacarle algo de provecho a mi día gastado.
Es así como llegue a Coyoacan, ese lugar en donde hasta parece que no estás en la ciudad de México, tomé muchas fotografías, de la estatua de coyotes, de vendedores ambulantes, de los restaurantes tan pintorescos que hay ahí, de perros, en fin, de muchas cosas y también sin pensarlo, me acabé el rollo de la cámara desechable.
Ese día mis clases acababan a las 6 y eran las 2 de la tarde, mi momento favorito del día y más si es un día como este, vi cuanto dinero tenía y me alcanzaba para algo muy misero en un restaurante barato, es así como encontré una pequeña fonda donde servían comida corrida por 20 pesos y me alcanzaba exacto.
Pedí mi comida, estaba rancia y mala, pero comida al fin.
Fumé dos cigarros para quitarme el mal sabor de boca y me fumé uno tercero solo por el placer de estar ahí.
Me dieron las 3.30 de la tarde y regresé al metro para ir al centro histórico, a ver que hacia en mis últimas horas libres, porque nadie se podía enterar que había faltado a clases, ni mis hermanas, ni mis tías, ni mi madre, ni mi padre, ni Sofia.
Llegué al centro histórico y nadie se habría imaginado lo que me iba a suceder.
Me bajé en el metro del centro, di una vuelta por las callesitas de ahí y me encontré aburrido otra vez.
Me encaminé hacia Reforma y quién habría imaginado que yo, Santiago, iba a morir.
Y así fue, en Reforma fue mi muerte y fue una muerte extraordinaria...porque? Porque nadie se la esperaba y mi plan no salió como esperaba, claro todos se dieron cuenta que me fui de pinta, mis hermanas, mis tías, mi madre, mi padre y Sofia.
Ay, Sofia, como te extraño, mi Sofia, con ojos verdes, con pelo castaño, con risa extraña, la primera y última mujer que en verdad me amó y la dejé así, sin más ni más, no sé que fue de ella, claro está pero como te extraño...extraño que me regañes por irme de pinta, claro que no fue el primer día que me había fugado, y ella siempre vio mis deslices de niño rebelde y ella sabia que tarde o temprano algo me iba a pasar, me duele mucho haberla dejado así, pero así es la vida, te levantas sin saber que va a ser de ti, decides y sin darte cuenta, mueres!
Estoy seguro que me extrañan todos en casa, mis hermanas, mis tías, mi madre, hasta mi padre me extraña, seguro extraña reprocharme por mis malos hábitos, mis malas notas, mis malas fachas, mis malos amigos...en fin.
No sé si alguien me extraña, en verdad, pues siempre fui alguien ausente, claro, estaba rodeado de personas, pero esas personas estaban rodeadas de mi y con tantas personas alrededor nadie nunca se fijó en mi, tal vez Sofia, pero a veces y solo a veces, le daba lo niña adolescente y se olvidaba de mi, ah...Sofia, espero que te hayas olvidado de mi y que mi muerte no te haya afectado, no me podría perdonar a mi mismo por morirme y dejarte así, tan sola y tan querida.
Y es así como fue el día más extraordinario de mi vida...quién lo diría? El día más extraordinario de mi vida fue el día de mi muerte.

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