Caminamos por aquel sendero, largo y brillante, hasta encontrarnos el uno con el otro.
El humo era increiblemente soportable, incluso para el, y sin aviso alguno un sabor de naranja agria nos invadió.
El mareo vino sin avisarnos, y las risas fueron incontrolables.
Al sonido de la ópera nos sentamos por el borde de la cama mirando hacia la eternidad.
Brilla, nos dijeron las estrellas, con un sonido un tanto fuerte y un tanto nostálgico, un tanto mágico.
Brilla...
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