31 de enero de 2010

31 de enero de 2010

lunes, 25 de octubre de 2010

Notas

Regresó con la esperanza hecha pedazos, pedazos que constituían una armonía perfecta de lo que eran sus expectativas del futuro, que ahora no pintaba nada bien.
La brisa era agradable, pero el calor era insoportable, tenía una llamarada encima, la cual incineraba todo aquello que alguna vez conoció y llegó a amar.
Abandonada en la banqueta como un ratón, con el corazón roto, esperando algo que ella bien sabia que nunca llegaría.
Por mas que rezaba y se convencía de lo contrario, muy dentro de su pensamiento y su dolor, ella sabía con certeza la dura realidad, la cual no quería ver de frente, porque la podía cegar, la podía cegar para siempre, cegaría su sonrisa, su sentido de la orientación y sus ojos, esos ojos los cuales el amaba con profundidad, casi tanto como esos ojos negros, los cuales, nunca los volvería a ver.

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